miércoles, 21 de abril de 2010

Peña Nieto y el glamour mediático


PEÑA NIETO "EL GOLDEN BOY DEL ESTADO DE MÉXICO"
Por Denisse Dresser.

El copete acicalado. La sonrisa diamantina. La novia famosa.. El Gobierno dadivoso. La publicidad omnipresente. La pantalla alquilada. La alianza del guapo y los corruptos. Los componentes centrales del modelo de competencia política que el PRI construye y con el cual logra ganar. Los ingredientes fundamentales de la estrategia que el PRI despliega y con la cual logra arrasar.

Una ecuación cuidada, perfectamente planeada: cara bonita + dinero + televisoras + publicidad + PRI dinosáurico = triunfo electoral. Una fórmula concebida en el Estado de México y ahora instrumentada exitosamente a nivel nacional. Una fórmula patentada por los artífices de la "experiencia probada", en busca de algo que puedan vender como "nueva actitud". El modelo bombón. El modelo "Golden Boy". El modelo Peña Nieto.

Con resultados a la vista y confirmados en esta elección. Distrito tras Distrito, Presidencia municipal tras Presidencia municipal, Diputación tras Diputación, Estado tras Estado. Corredores azules que se vuelven tricolores; bastiones panistas que pasan a manos priistas; territorios del PRD que dejan de serlo. Guadalajara y Zapopan y Cuernavaca y Toluca y Ecatepec y Tlalnepantla y Atizapán y Naucalpan. Tan sólo en el Estado de México, el triunfo en 40 de 45 distritos electorales.

El PRI, beneficiario del voto de castigo por una economía que se contrae más del 7 por ciento. El PRI, beneficiario de la inseguridad que la popularidad presidencial no logra remediar. El PRI, beneficiario de un PRD que se devora a sí mismo y un PAN que se traiciona a sí mismo. Pero más importante aún, el PRI beneficiario de la mejor inversión que ha hecho en tiempos recientes: la campaña publicitaria permanente que lleva a miles de mujeres a exclamar -en mítines de campaña- "Peña Nieto bombón, te quiero en mi colchón".

El "Astro Boy de Atlacomulco", una criatura concebida por la dinastía política más importante del País que ahora busca dominarlo de nuevo. El político Potemkin, producto de un entramado de intereses políticos y empresariales que combina la modernidad mediática para llegar al poder, con los viejos métodos para ejercerlo.

El mexiquense metrosexual construido con carretadas de dinero: por lo menos 3 mil 500 millones de pesos en cuatro años de autopromoción mediática descritos por Jenaro Villamil en su nuevo libro "Si yo fuera presidente: el reality show de Peña Nieto". El posible candidato presidencial, seleccionado, asesorado y adiestrado por personajes como Arturo Montiel y Alfredo del Mazo y Carlos Salinas de Gortari y ejecutivos de Televisa y muchas manos más que peinan el copete. Venden el producto. Posicionan la marca.

Enrique Peña Nieto, emulando a diario la estrategia salinista basada en la inauguración de grandes obras y el cumplimiento de pequeños compromisos. Promocionando a diario la lista de libramientos construidos, tractores regalados, apoyos económicos entregados.

Ejemplo de lo que Octavio Paz llamó el "Ogro Filantrópico"; ese Estado que no construye ciudadanos, sino perpetúa clientelas. Millones de mexicanos educados para vivir con la mano extendida, parados en la cola, esperando la próxima dádiva del próximo político. Como los 9 mil que se aprestaron a celebrar el cumpleaños de Mario Marín hace unos días y los 200 que hicieron cola para abrazarlo. Como aquellos para quienes la corrupción se vale cuando es compartida. Como aquellos que volvieron a votar por el PRI en el Estado de México, a pesar de las marrullerías de Arturo Montiel y las marometas llevadas a cabo por su sucesor para encubrirlo.

Enrique Peña Nieto, actor de un espectáculo continuo, perfectamente producido, escenificado y actuado en la pantalla más grande del País. El candidato de "El Canal de las Estrellas" que hasta novia le consiguió. El candidato que las televisoras hacen suyo y se encargan de edificar. Con promoción política disfrazada de infomercial; con paquetes publicitarios que incluyen la compra de entrevistas en los principales noticieros; con la cobertura de un romance que recibe más atención que la guerra contra el narcotráfico; con el silencio televisivo que se guarda sobre el caso de Atenco o los feminicidios en el Estado de México o cualquier tema controvertido que podría evidenciar las fauces del joven dinosaurio.

Hay un Plan de Trabajo que Televisa ha puesto en marcha y cuyas instrucciones Peña Nieto sigue al pie de la letra: te doy la pantalla desde la cual propulsarte y me das una Presidencia a la medida de mis intereses. Un trueque permanente de favores, dinero, gestión política a cambio de impunidad y promoción mediática.

Como advierte Julio Scherer García, la fórmula Peña Nieto es sencilla: comprar el tiempo en la televisión, corromper y corromper, mentir y mentir, aprender que a los aprendices se les puede y debe aprovechar. Todo para apoyar al joven muñeco, atractivo por su presencia física, a costa de la inteligencia y la pulcritud moral. Todo para que el poder regrese a las manos de la mafia. Todo para que el PRI vuelva a Los Pinos.

Denise Dresser

jueves, 8 de abril de 2010

De Periodismo y narcotráfico


ISMAEL 'EL MAYO' ZAMBADA
'Si me atrapan o me matan... nada cambia': El Mayo Zambada

En el mayor de los sigilos, bajo la exigencia de reserva absoluta que él respetó y respeta, el fundador de Proceso fue convocado a encontrarse con Ismael El Mayo Zambada. "

Julio Scherer García
04-04-2010




Ismael El Mayo Zambada y Julio Scherer.
Fotografía: Cortesía.

Tenía interés en conocerlo", le dijo el capo del cártel de Sinaloa, colega y compadre de "El Chapo" Guzmán. En el encuentro, que terminó en puntos suspensivos, El Mayo Zambada dejó un reto: "Me pueden agarrar en cualquier momento… o nunca"


Un día de febrero recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veracidad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversar conmigo.
La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refugio del capo. No agregaba una palabra.
A partir de ese día ya no me soltó el desasosiego. Sin embargo, en momento alguno pensé en un atentado contra mi persona. Me sé vulnerable y así he vivido. No tengo chofer, rechazo la protección y generalmente viajo solo, la suerte siempre de mi lado.
La persistente inquietud tenía que ver con el trabajo periodístico. Inevitablemente debería contar las circunstancias y pormenores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida. Recrearía tanto como me fuera posible la atmósfera del suceso y su verdad esencial, pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator.
Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le oí decir, enfático como era:
"Hasta el último latido del corazón, una vida puede rodar para siempre".
Una mañana de sol absoluto, mi acompañante y yo abordamos un taxi del que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos conduciría. Tras un recorrido breve, subimos a un segundo automóvil, luego a un tercero y finalmente a un cuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante una fachada color claro. Una señora nos abrió la puerta y no tuve manera de mirarla. Tan pronto corrió el cerrojo, desapareció.
La casa era de dos pisos, sólida. Por ahí había cinco cuadros, pájaros deformes en un cielo azuloso. En contraste, las paredes de las tres recámaras mostraban un frío abandono. En la sala habían sido acomodados sillones y sofás para unas diez personas y la mesa del comedor preveía seis comensales.
Me asomé a la cocina y abrí el refrigerador, refulgente y vacío. La curiosidad me llevó a buscar algún teléfono y sólo advertí aparatos fijos para la comunicación interna. La recámara que me fue asignada tenía al centro una cama estrecha y un buró de tres cajones polvosos. El colchón, sin sábana que lo cubriera, exhibía la pobreza de un cobertor viejo. Probé el agua de la regadera, fría y en el lavamanos vi cuatro botellas de Bonafont y un jabón usado.
Hambrientos, el mensajero y yo salimos a la calle para comer, beber lo que fuera y estirar las piernas. Caminamos sin rumbo hasta una fonda grata, la música a un razonable volumen. Hablamos sin conversar, las frases cortadas sin alusión alguna a Zambada, al narco, la inseguridad, el ejército que patrullaba las zonas periféricas de la ciudad.
Volvimos a la casa desolada ya noche. Nos levantaríamos a las siete de la mañana. A las ocho del día siguiente desayunamos en un restaurante como hay muchos. Yo evitaba cualquier expresión que pudiera interpretarse como un signo de impaciencia o inquietud, incluso la mirada insistente a los ojos, una forma de la interrogación profunda. El tiempo se estiraba, indolente y comíamos con lentitud.
Las horas siguientes transcurrieron entre las cuatro paredes ya conocidas. Yo llevaba conmigo un libro y me sumergí en la lectura, a medias. Mi acompañante parecía haber nacido para el aislamiento. Como si nada existiera a su alrededor, llegué a pensar que él mismo pudiera haber desaparecido sin darse cuenta, sin advertirlo. Me duele escribir que no tenía más vida que la servidumbre, la existencia sin otro horizonte que el minuto que viene.
"Ya nos avisarán", me dijo sorpresivamente, "la llamada vendrá por el celular".
Pasó un tiempo informe, sin manecillas. 'Paciencia', me decía.
Salimos al fin a la oscuridad de la noche. En unas horas se cruzarían el ocaso y el amanecer sin luz ni sombra, quieto el mundo.
Viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda desapareció de pronto y ocupó su lugar una tercera. Nos seguía, constante, a cien metros de distancia. Yo sentía la soledad y el silencio en un paisaje de planicies y montañas.
Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra apisonada y bajo un techo de troncos y bejucos, habíamos llegado al refugio del capo, cotizada su cabeza en millones de dólares, famoso como "El Chapo" y poderoso como el colombiano Escobar, en sus días de auge zar de la droga.
Ismael Zambada me recibió con la mano dispuesta al saludo y unas palabras de bienvenida:

–Tenía mucho interés en conocerlo.
–Muchas gracias–, respondí con naturalidad.

Me encontraba en una construcción rústica de dos recámaras y dos baños, según pude comprobar en los minutos que me pude apartar del capo para lavarme. Al exterior había una mesa de madera tosca para seis comensales y bajo un árbol que parecía un bosque, tres sillas mecedoras con una pequeña mesa al centro. Me quedó claro que el cobertizo había sido levantado con el propósito de que el capo y su gente pudieran abandonarlo al primer signo de alarma. Percibí un pequeño grupo de hombres juramentados.
A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y venían, a veces los ojos en el jefe y a ratos en el panorama inmenso que se extendía a su alrededor. Todos cargaban su pistola y algunos, además, armas largas. Dueño de mí mismo, pero nervioso, vi en el suelo un arma negra que brillaba intensamente bajo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada la imagen: podría tratarse de un animal sanguinario que dormita.
–Lo esperaba para que almorzáramos juntos–, me dijo Zambada y señaló la silla que ocuparía, ambos de frente.
Observé de reojo a su emisario, las mandíbulas apretadas. Me pedía que no fuera a decir que ya habíamos desayunado.
Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado.
–Traigo conmigo una grabadora electrónica con juego para muchas horas–, aventuré con el propósito de ir creando un ambiente para la entrevista.
–Platiquemos primero.

Le pregunté al capo por Vicente, Vicentillo.
–Es mi primogénito, el primero de cinco. Le digo "Mijo". También es mi compadre.
Zambada siguió en la reseña personal:
–Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.
–No le entiendo.
–A veces el cielo niega la lluvia.
Hubo un silencio que aproveché de la única manera que me fue posible:
–¿Y Vicente?
–Por ahora no quiero hablar de él. No sé si está en Chicago o Nueva York. Sé que estuvo en Matamoros.
–He de preguntarle, soy lo que soy. A propósito de su hijo, ¿vive usted su extradición con remordimientos que lo destrocen en su amor de padre?
–Hoy no voy a hablar de "Mijo". Lo lloro.
–¿Grabamos?
Silencio.
–Tengo muchas preguntas–, insistí ya debilitado.
–Otro día. Tiene mi palabra.
Lo observaba. Sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un cuerpo como una fortaleza, más allá de una barriga apenas pronunciada. Viste una camisa verde cerrada al cuello y sus pantalones de mezclilla azul mantienen la línea recta de la ropa bien planchada. Se cubre con una gorra y el bigote recortado es de los que sugieren una sutil y permanente ironía.
–He leído sus libros y usted no miente–, me dice.
Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.
–Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa más que todos, pero también miente.
–Señáleme un caso.
–Reseñó un matrimonio que no existió.
–¿El del Chapo Guzmán?
–Dio hasta pormenores de la boda.
–Sandra Ávila cuenta de una fiesta a la que ella concurrió y en la que estuvo presente "El Chapo".
–Supe de la fiesta, pero fue una excepción en la vida del "Chapo". Si él se exhibiera o yo lo hiciera, ya nos habrían agarrado.
–¿Algunas veces ha sentido cerca al Ejército?
–Cuatro veces. "El Chapo" más.
–¿Qué tan cerca?
–Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto o me descuido, como al Chapo. Para que hoy pudiéramos reunirnos, vine de lejos. Y en cuanto terminemos, me voy.
–¿Teme que lo agarren?
–Tengo pánico de que me encierren.
–Si lo agarraran, ¿terminaría con su vida?
–No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que sí, que me mataría.
Advierto que el capo cuida las palabras. Empleó el término arrestos, no el vocablo clásico que naturalmente habría esperado.
Zambada lleva el monte en el cuerpo, pero posee su propio encierro. Sus hijos, sus familias, sus nietos, los amigos de los hijos y los nietos, a todos les gustan las fiestas. Se reúnen con frecuencia en discos, en lugares públicos y el capo no puede acompañarlos. Me dice que para él no son los cumpleaños, las celebraciones en los santos, pasteles para los niños, la alegría de los quince años, la música, el baile.
–¿Hay en usted espacio para la tranquilidad?
–Cargo miedo.
–¿Todo el tiempo?
–Todo.
–¿Lo atraparán, finalmente?
–En cualquier momento o nunca.
Zambada tiene sesenta años y se inició en el narco a los dieciséis. Han transcurrido cuarenta y cuatro años que le dan una gran ventaja sobre sus persecutores de hoy. Sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy querido entre los hombres y las mujeres donde medio vive y medio muere a salto de mata.
–Hasta hoy no ha aparecido por ahí un traidor–, expresa de pronto para sí. Lo imagino insondable.
–¿Cómo se inició en el narco?
Su respuesta me hace sonreír.
–Nomás.
–¿Nomás?
Vuelvo a preguntar:
–¿Nomás?
Vuelve a responder:
–Nomás.
Por ahí no sigue el diálogo y me atengo a mis propias ideas: el narcotráfico como un imán irresistible y despiadado que persigue el dinero, el poder, los yates, los aviones, las mujeres propias y ajenas con las residencias y los edificios, las joyas como cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que lleve a la cúspide. En la capacidad del narcotráfico existe, ya sin horizonte y aterradora, la capacidad para triturar.
Zambada no objeta la persecución que el gobierno emprende para capturarlo. Está en su derecho y es su deber. Sin embargo, rechaza las acciones bárbaras del ejército.
Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentran inmediata respuesta a sus acometidas. El resultado es el número de víctimas que crece incesante. Los capos están en la mira, aunque ya no son las figuras únicas de otros tiempos.
–¿Qué son entonces?–, pregunto.
Responde Zambada con un ejemplo fantasioso:
–Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió.
–¿Nada, caído el capo?
–El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí.
A juicio de Zambada, el gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años. Infiltrado el gobierno desde abajo, el tiempo hizo su "trabajo" en el corazón del sistema y la corrupción se arraigó en el país. Al Presidente, además, lo engañan sus colaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida.
–¿Por qué perdida?
–El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción.
–Y usted, ¿qué hace ahora?
–Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si puedo hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago.
Yo pretendía indagar acerca de la fortuna del capo y opté por valerme de la revista "Forbes" para introducir el tema en la conversación.
Lo vi a los ojos, disimulado un ánimo ansioso:
–¿Sabía usted que "Forbes" incluye al Chapo entre los grandes millonarios del mundo?
–Son tonterías.
Tenía en los labios la pregunta que seguiría, ahora superflua, pero ya no pude contenerla.
–¿Podría usted figurar en la lista de la revista?
–Ya le dije. Son tonterías.
–Es conocida su amistad con "El Chapo" Guzmán y no podría llamar la atención que usted lo esperara fuera de la cárcel de Puente Grande el día de la evasión. ¿Podría contarme de qué manera vivió esa historia?
–"El Chapo" Guzmán y yo somos amigos, compadres y nos hablamos por teléfono con frecuencia. Pero esa historia no existió. Es una mentira más que me cuelgan. Como la invención de que yo planeaba un atentado contra el Presidente de la República. No se me ocurriría.
–Zulema Hernández, mujer d "El Chapo", me habló de la corrupción que imperaba en Puente Grande y de qué manera esa corrupción facilitó la fuga de su amante. ¿Tiene usted noticia acerca de los acontecimientos de ese día y cómo se fueron desarrollando?
–Yo sé que no hubo sangre, un solo muerto. Lo demás, lo desconozco.
Inesperada su pregunta, Zambada me sorprende:
–¿Usted se interesa por el Chapo?
–Sí, claro.
–¿Querría verlo?
–Yo lo vine a ver a usted.
–¿Le gustaría…?
–Por supuesto.
–Voy a llamarlo y a lo mejor lo ve.
La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende:
–¿Nos tomamos una foto?
Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba la veracidad del encuentro con el capo.
Zambada llamó a uno de sus guardaespaldas y le pidió un sombrero. Se lo puso, blanco, finísimo.
–¿Cómo ve?
–El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.
–¿Entonces con la gorra?

lunes, 5 de abril de 2010

¿Puedo preguntar?

¿Cuál es el desenlace de la guerra contra el crimen en México? ¿En qué terminará? ¿Cuándo terminará? El País/SABINO BASTIDAS COLINAS



¿Será verdad que el que pregunta no se equivoca? ¿Sócrates lo volvería a hacer? ¿Se sostiene la duda razonable? ¿Preguntar es el verdadero camino a la sabiduría? ¿Es correcto escribir un artículo lleno de preguntas? ¿Cómo se sostiene un articulista con tantas dudas? ¿Son dudas individuales o dudas compartidas? ¿Encontrará el lector que un artículo lleno de preguntas era algo ocioso? ¿Descubrirá el lector que alguna le resulta interesante? ¿Será cierto aquello de que no hay preguntas tontas? ¿Se valen las preguntas incómodas? ¿Si escribo este artículo con puras preguntas servirá de algo? ¿Encontraremos alguna respuesta? ¿Ayuda en algo hacerse tantas preguntas? ¿Todas ya fueron hechas? ¿Muchas tienen respuesta? ¿Las respuestas que les dimos son correctas? ¿No vale la pena volver a preguntar? ¿Una pregunta correcta puede ayudar a encontrar la solución a un problema? ¿Es cierto que buenas preguntas, generan buenas respuestas? ¿Podremos hacerlas? ¿Quién debe contestarlas? ¿Lo intentamos?

¿Qué pasa en México? ¿Por qué el narcotráfico es un tema tan relevante? ¿Por qué se descomponen las cosas con tanta celeridad? ¿Por qué tanta violencia? ¿Por qué vemos esas escenas de crueldad? ¿Nos tenemos que acostumbrar a vivir así? ¿Por qué decapitados? ¿Por qué ejecutados todos los días? ¿Por qué balaceras en las calles? ¿Cuándo se va a acabar todo esto? ¿Dónde se perdió mi México pacífico y tranquilo? ¿Lo fue alguna vez del todo? ¿Qué hay debajo de tanta violencia? ¿Cuándo se nos descompuso tanto?

¿Es un problema sólo de México? ¿Es un problema global? ¿Somos vanguardia o retaguardia? ¿Somos excepción o tendencia? ¿Es un problema de México o es un problema de Estados Unidos? ¿Es un problema de México o de todo el continente? ¿Es un problema de México o de todo el mundo? ¿Hacia dónde va el mundo con las adicciones? ¿Lo relativizamos? ¿Nos acostumbramos? ¿La legalizamos? ¿La toleramos? ¿Sirve la moralina? ¿Somos prácticos?

¿En México es sólo el narcotráfico? ¿Por qué también vemos secuestros y extorsiones? ¿Por qué tanto México informal? ¿Por qué tanta piratería? ¿Por qué tanto contrabando? ¿Funciona el estado de derecho? ¿Es resultado de la impunidad? ¿Por qué menos del 2% de los delitos llega a cumplir una sentencia ejecutoriada? ¿No podemos arreglar eso?

¿Hasta dónde han llegado las mafias? ¿Quiénes la manejan al más alto nivel? ¿Hay empresarios? ¿Hay políticos? ¿Hay financieros? ¿A poco un negocio de tantos miles de millones de dólares lo manejan delincuentes de tan baja preparación? ¿Por qué el gobierno no se ha metido en serio con el dinero? ¿Dónde están las redes de lavado de dinero? ¿Por qué no se tocan las grandes finanzas del narcotráfico?

¿De dónde viene toda esta descomposición? ¿Por qué nos duele tanto lo que pasa en México? ¿Refleja el narcotráfico un problema mayor? ¿Se ha deteriorado el tejido social? ¿Es un problema de valores? ¿Es un problema más complejo de desintegración familiar? ¿Es un problema de oportunidades? ¿Es un problema del modelo económico? ¿Está relacionado con los 60 millones de pobres que tiene México? ¿Es un tema de educación? ¿Es un problema de desarrollo social? ¿Es un problema de salud? ¿Tiene claro el diagnóstico el Gobierno? ¿Tenemos una visión amplia? ¿Integral? ¿Humana? ¿Social?

¿El deterioro es real o es una imagen de los medios de comunicación? ¿Exageran los medios de comunicación? ¿Describir lo que pasada ayuda al narcotráfico? ¿No debemos decir lo que pasa? ¿Nos callamos para ayudar al Presidente? ¿Al ejercer la crítica ayudamos al narcotráfico o a la democracia? ¿Quieren que nos callemos? ¿Decir lo que pasa afecta a México? ¿El afán, la presión o la invitación a callarnos son actitudes democráticas? ¿La mala imagen del país la generan los cronistas o las realidades? ¿Ocultamos las imágenes de hoy? ¿Hacer preguntas es también hablar mal de México, señor Presidente?

¿Por qué casi 17,000 ejecutados en lo que va del sexenio? ¿Esos narcotraficantes son la minoría? ¿Hemos pensado en ellos? ¿Todos son malos? ¿Tienen familia? ¿Por qué optaron por ese camino? ¿Se van a acabar los malos? ¿Se van a matar entre ellos? ¿Tenían otras oportunidades? ¿Por qué nuestros jóvenes se drogan más pronto? ¿Por qué aumenta el índice de consumo entre las mujeres? ¿Por qué no combatimos con más fuerza las adicciones?

¿Por qué esas escenas de balaceras en las ciudades? ¿Por qué mueren cada vez más civiles inocentes? ¿Por qué murieron ahora dos estudiantes de posgrado y de excelencia del Tecnológico de Monterrey? ¿Por qué una niña en Morelia? ¿Por qué una empleada consular del gobierno norteamericano en Juárez? ¿Por qué un vendedor de tortillas que pasaba en bicicleta en Cuernavaca? ¿Por qué unos jóvenes en una fiesta en Juárez? ¿Cuándo nos toca?

¿La Estrategia del Presidente Calderón es la correcta? ¿Está de verdad convencido señor Presidente? ¿Cree que lo está enfrentando de manera correcta? ¿Que lo está haciendo bien? ¿No reconoce que se equivocó? ¿La única opción era militarizar? ¿Más armas en lugar de más programas sociales? ¿Piensa que no implica riesgos el crear una nueva policía federal que hoy tiene casi el mismo presupuesto que la Secretaría de la Defensa al inicio de su administración? ¿Esos nuevos policías están preparados? ¿Están disciplinados? ¿Son leales? ¿Es correcto gastar más dinero en militarizar? ¿Es un enfoque de derecha? ¿Es una visión democrática? ¿Sacar al Ejército era la solución? ¿Cuándo los vamos a regresar a los cuarteles? ¿Si esto se prolonga que puede pasar? ¿Cuáles son los escenarios? ¿Hemos cuidado a nuestro Ejército?

¿Esta es una guerra? ¿Es de verdad una guerra? ¿No suena absurdo? ¿Dónde está el frente? ¿Quién es el enemigo? ¿Dónde está? ¿Se vale hablar de una guerra contra el narcotráfico? ¿Tenía marco legal el Presidente de la República para actuar así? ¿Puede el Presidente declarar una guerra? ¿Puede haber una guerra sin suspensión de garantías? ¿Se han violado los derechos humanos con esta guerra? ¿Se han violado las garantías individuales? ¿Se ha violado la Constitución? ¿Puedo hacer otra pregunta? ¿Hay responsables? ¿Quiénes son los responsables? ¿Quién es el responsable único? ¿Quién es el responsable último? ¿Ante la historia? ¿Ante los tribunales?

¿Cuál es el desenlace de esta guerra? ¿En qué terminará? ¿Cuándo terminará? ¿Ya se atoraron? ¿Resultó una guerra absurda? ¿Fue producto del miedo y de la inexperiencia de un gobierno? ¿La guerra terminará en paz? ¿Hemos perdido el control? ¿Qué va a pasar con la democracia? ¿Se verá afectada? ¿Aguantará?

¿No era mejor optar por una estrategia más social y con visión de largo plazo? ¿No era mejor apostar por una reforma profunda a las instituciones? ¿No era mejor trabajar con la sociedad y de manera simultánea en todos los frentes? ¿No faltó liderazgo para convocar de verdad a toda la sociedad? ¿A todos los Gobernadores? ¿No debió haberse construido un gran acuerdo nacional, serio, que de verdad detonara la acción social? ¿No debió haber sido el comandante de esta lucha el Secretario de Salud o el Secretario de Educación? ¿El Secretario de Desarrollo Social o el Secretario de Agricultura? ¿No era mejor apostarle a la investigación y a la inteligencia de alto nivel? ¿No era mejor apostarle a la legitimidad del derecho y las instituciones de la democracia? ¿No había otras opciones? ¿No es evidente ya que la estrategia era la equivocada? ¿Van a reconocer que se equivocaron? ¿Cuándo?

¿Hay tiempo? ¿Qué sigue? ¿Qué va a pasar en México? ¿El próximo Presidente tendrá opciones? ¿Cómo terminará el sexenio? ¿Ya vimos lo peor? ¿Ya tocamos fondo? ¿Qué nos espera?

¿Preguntas ociosas? ¿Pertinentes? ¿Ha resultado aburrido? ¿Llegó algún lector hasta el final? ¿Son sólo preguntas? ¿Verdad que no? ¿Pasará algo? ¿Alguien se preocupará por responder? ¿Alguna pregunta?

¿Cuánto vale tu tuit?

"Tweets que alcanzan 12,000 dólares" www.prnoticias.com


Según la revista estadounidense Business Insider y la página sponsoredtweets.com, famosos y estrellas del deporte estarían sacando un rendimiento realmente interesante a su presencia en la red de microblogging: 12.000 dólares por 'tweet'.



Mencionar una marca o producto en el mensaje de 140 caracteres que caracteriza a esta red de microblogging puede ser un gran negocio si eres una estrella mediática y cuentas con miles de seguidores. Según este informe, algunos de los diez artistas y deportistas estadounidenses más famosos podrían estar embolsándose unos 10.000 dólares por 'Tweet'.


En este selecto grupo se encontraría, por ejemplo: la estrella de los realities de la televisión norteamericana Kendra Wilkinson que, a pesar de superar levemente el medio millón de seguidores, cobra casi 12.000 dólares por mensaje, o la modelo y actriz, Kim Kardashian que tiene tres millones dos cientos mil seguidores y el rapero y productor musical Soulja Boy que tiene más de dos millones seguidores y cobran 10.000 dólares por anuncio.


Otro de los tuiteros que aparecen en esta lista es Bethenny Frankel, especialista en dietética y famosa por sus programas de televisión y libros, con ciento diez mil seguidores viene a cobrar 3.000 dólares por 'tweet' patrocinado. Por su parte, la esposa del jugador de baloncesto Lamar Odom, Khloe Kardashian, que cuenta con más de un millón de seguidores obtendría 1.360 dólares por anuncio. El defensa de fútbol americano, Nick Mangold, se mueve por cifras parecidas (1.764 dólares) a pesar de no superar los quince mil seguidores.


En el rango que comprende de los 500 a los 300 euros se encuentran, el base del equipo Sacramento Kings de la NBA, Jon Brockman, Samantha Jhonson, compositora y DJ que dona esos ingresos a la caridad, y el jugador de fútbol americano Champ Bailey.