martes, 23 de noviembre de 2010

Videología


Estudios solventes sobre la evolución de la Sociedad Red afirman que, en muy pocos años, el 90% de los contenidos disponibles en Internet serán imágenes audiovisuales. Por eso no extraña, aunque sorprenda, el dato abrumador sobre las más de 35 horas de contenidos por minuto que recibe YouTube cada día.

La pantallización de nuestra vida, la subordinación del relato a la cultura del videoclip, la oferta multicanal y multiformato de contenidos, hacen de lo audiovisual el hecho más consistente en la interpretación de la realidad. Si no es imagen, quizás no exista.

Tendemos a percibir y recordar lo nuevo o importante para nosotros: emociones y sensaciones. Acabamos pensando lo que sentimos. Y, para ello, son importantísimas las imágenes. Como dice Eduard Punset, son un elemento fundamental en los procesos cognitivos que buscan permanecer en la memoria. La razón es sencilla: son más fáciles de interpretar que las palabras.

En una sociedad desencantada con la política, saturada de información durante la campaña electoral, la mayoría de mensajes políticos no llegan. O mejor dicho, no se "oyen", no se "leen". Por eso la videopolítica ofrece una alternativa de notoriedad y receptividad nuevas para la comunicación política.

Asistimos a un auge de vídeos oficiales pero, también, anónimos, que prodigan mensajes cortos e imágenes originales, divertidas o solo sorprendentes o polémicas. La política-imagen sustituye así a la ideología. La videología permite tres cosas que la hacen irresistible: entretenimiento, viralidad, provocación.

La campaña catalana refleja muy bien esta situación. Más allá del acierto estratégico, la oportunidad o la calidad de algunas de las ofertas, refleja una cierta caducidad del lenguaje político formal y la irrupción de una ciudadanía sin complejos y sin sentimiento de culpa que se ríe de la política, muy en serio.

En el futuro, los partidos evolucionarán hacia organizaciones públicas concebidas también como productoras culturales de contenidos ideológicos, si quieren competir en una sociedad enriquecida por planos, secuencias, sonidos y efectos. La política que no hable el lenguaje audiovisual no tendrá audiencia. La oratoria se transformará en plasticidad sensorial si quiere seguir siendo el epicentro de la política democrática. Algún día la política será una canción, decía el poeta León Felipe. Ese día ha llegado. Con imágenes.

Antonio Gutiérrez-Rubí